Morelia, Michoacán, a 30 de Septiembre 2024. En la nueva Valladolid hoy Morelia, Michoacán de Ocampo, México, se festejan los 259 años del natalicio del Generalísimo José María Teclo Morelos Pavón y Pérez; conocido como el SIERVO DE LA NACIÓN.
Hijo de un carpintero de ascendencia indígena y una abnegada mujer criolla, José María Teclo Morelos y Pavón nació en un convento. Asaltada en la calle por las urgencias del parto, Juana Maria Guadalupe Pérez y Pavón sería asistida por la caridad de unas monjas.
Ella le enseñaría a leer al muchacho (José María Teclo Morelos Pavón y Pérez), al que la adversidad convirtió en arriero, pero la confianza del dueño de la hacienda de Guadalupe le daría cauce a su ingreso al Colegio Nicolaíta en 1792. A los tres años se cobijó de bachiller; a los cinco de sacerdote.
Encargado del curato de Carácuaro y Nocupétaro, el obispo de Michoacán, Abad y Queipo, le ordenó pegar en los muros de la iglesia un texto infamante contra Hidalgo, recién levantado en armas, lo que no le impidió abrazar la causa.
Anhelaba ser capellán de los insurgentes, pero la orden fue levantar al sur. La ruptura del sitio de Cuautla y la toma de Tixtla mostrarían nítidamente al genio militar y, la pauta para la Constitución de Apatzingán, el ideólogo “que solo distinga a los mexicanos la virtud o el vicio”, escribiría en sangre los Sentimientos de la Nación.
Enamorado, padre de dos hijos, una mujer sería el eslabón para su captura. Y uno de ellos el centro del misterio de sus restos.
Torturado moral y físicamente por la Inquisición, Morelos, sin embargo, llegaría en sus restos al altar de los reyes de la Catedral Metropolitana y luego a la Capilla de San José de la misma.
La grandeza de Morelos, que es para los michoacanos un timbre de orgullo, hizo al general Napoleón Bonaparte afirmar: “Denme a dos Morelos y conquisto al mundo”.
Esa misma grandeza, condujo a un comandante realista a escribir al Virrey Francisco Javier Venegas: “Ese clérigo es un segundo Mahoma”, y es la misma que hizo exclamar al periodista liberal Ignacio Manuel Altamirano, que Morelos era “un genio de la guerra”.
Su genio jurídico y político lo hizo ser el alma del Congreso de Chilpancingo en 1813, el depositario temporal del Poder Ejecutivo, el creador del Supremo Tribunal de Justicia de la Nación en Ario de Rosales y luego el supremo legislador de Los Sentimientos de la Nación en 1814.
Morelos, el escultor que cinceló los cimientos del México independiente.
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